LA CHICA DE AYER


Suenan en la radio los acordes, la música llena la habitación. Me levanto y voy hacia la ventana, la calle está desierta. Las farolas apenas  marcan unos círculos luminosos sobre el asfalto.

Me asomo a la ventana eres la chica de ayer

Las palabras de la canción vuelven a llenar la habitación, quizá sea eso lo que me ha hecho asomarme. Sobre la oscuridad del cristal, su cara comienza a aparecer como si fuera un espectro, un bonito espectro. Su imagen va desdibujando mi propio reflejo, ahora solo está ella ante mí. Detrás del cristal solo hay oscuridad.

Me asomo a la ventana eres la chica de ayer

La canción habla de la chica de ayer. Yo tengo que calcular cuánto tiempo ha pasado. No logro saberlo. Sus ojos me miran a través de su negrura y me veo ajado, pero ella no ha envejecido, su piel morena, su melena cayendo sobres sus hombros, como una cascada de infinitos bucles. Una sonrisa, apenas dibujada en sus carnosos labios. Tan real que de pronto me encuentro refrenando mis absurdos deseos de besar el frío cristal. Sé, que solo es una creación de mi imaginación, pero parece tan real.

La canción sigue sonando en el dial, pero yo ya no comprendo su lenguaje. Todo dentro y fuera parece haberse disuelto alrededor de nosotros. Ella irreal, dibujada cual holograma en el cristal, yo, como un fantasma sin reflejo, observándola.

¿Qué nos pasó? Ella parecía tan feliz. Yo lo era. Un sueño, una ilusión, mil proyectos llenaban nuestro mundo. Nuestro y solo nuestro. El resto no importaba. Castillos que creíamos sólidos, se convirtieron en arena. Nuestro cielo, desde el que mirábamos a los demás pasar, se hundió bajo nuestros pies. Y caímos. Caímos miserablemente heridos, rotos, separados.

Eso fue lo peor, que no supimos luchar y aferrarnos el uno al otro. Que no supimos ir apartando el escombro que nos separaba. No fuimos los primeros, pero otros lucharon contra las inclemencias. No logramos salvar el barco. Naufragamos, pero ni siquiera nos mantuvimos a flote sobre el mismo madero. Cada uno buscó sobrevivir en su propia isla. Aislado del otro, sin intentar siquiera pedir socorro.

No sé si a ella le pasará lo mismo. El tiempo lo fue borrando todo: la rabia, el odio, la incomprensión. El poso del amor, de ese gran amor que hubo. Todo fue desapareciendo, hasta la  culpa, esa que ninguno de los dos asumió como propia. Pero que ahora, desde la distancia, fue tan mía como suya. Al menos eso pienso yo.

A veces, hace ya tiempo, intenté imaginarme que habría pasado, si los dos, o al menos, uno de nosotros, hubiera intentado acercarse al otro. Estirar el brazo ofreciendo ayuda o demandándola. Pero eso no ocurrió.

Al principio, fueron un amigo o dos sentados entre nosotros, luego todo el grupo. El último en llegar, buscaba el hueco más alejado del otro. Terminamos en grupos separados.

Un día al  volver a casa, sus cosas, aquellas que poco a poco había ido dejando o trayendo, no estaban. Si he de ser sincero, fue un alivio, un crudo y duro alivio. Su visión, su aroma, llegaron  a ser incómodas. Lo doloroso fue no encontrar ni siquiera una pequeña nota de despedida. Un adiós, un… lo siento, me hubiera gustado una explicación, encontrarle sentido a lo que no lo tenía. Luego pensé en mí. Yo, habría hecho lo mismo. Puede que por mi cobardía, ni siquiera hubiera sido capaz de llevarme lo mío.

¿Dónde está? Sé, que la imagen que veo ante mí, es un simple espejismo, y me gustaría saber qué ha sido de ella. Cómo fue su vida a partir de entonces. Me ha olvidado totalmente, o quizá, al igual que a mí, de vez en cuando, una canción le hace recordarme.

¿Ha sido feliz? He de decir que… al principio mi egoísmo, me hacía desear lo contrario. Ahora, me gustaría que ella, al menos ella, haya sido feliz. No es justo desearle el mal. Como he dicho antes, ni siquiera ahora comprendo qué nos pasó.

“demasiado tarde para comprender”

Quizá, como dice la canción, sea demasiado tarde para comprender, para saber, para buscarla… pero si supiera dónde está, ahora no dudaría, iría allí donde estuviera, y todo lo que me guardé, aquello que no dije porque pensaba que ella no lo quería escuchar, no me lo guardaría. Pienso que aquel silencio fue corrompiendo nuestro tiempo, dejando solo momentos vacíos, inútiles. Más de una vez nos miramos, esperando que uno de los dos rompiera aquel maldito silencio, hasta que se nos hacía imposible seguir mirándonos. Entonces, uno de los dos, miraba hacia otro lado.

¿Y su imagen? Habrá cambiado. Seguro, nadie después de tanto tiempo, puede tener el mismo aspecto. Pero me gustaría saber si sus ojos siguen teniendo esa alegría que yo veo en los del cristal, o seguirán apagados, como la última vez que nos miramos para no decirnos nada.

¿Y su pelo? Seguirá siendo de color azabache, o tal vez, al igual que el mío, haya ido adquiriendo tonos grises. Habrá llenado el tiempo su tez de las marcas de la edad, o tal vez, a pesar de los años, sigue siendo tersa y limpia como entonces.

Miento si dijera, que no hubo más mujeres en mi vida. Mujeres, que pasaron por mi vida sin dejar huella. Amor… no fui capaz de darle a ninguna. No recuerdo sus nombres, no recuerdo sus ojos, ni sus manos. Sus manos… las de la chica de ayer, al igual que entonces, esas siguen acariciándome en mis sueños más íntimos. Quizá, por eso sigo solo, como un perro viejo. Abandonado y solo, mirando al cristal de mi ventana, donde mi imaginación sigue viéndola a ella, a pesar, de no saber cuánto tiempo significa ayer.

Hoy ha sido la canción de Nacha Pop, mañana… no sé qué me traerá su recuerdo. Hace unos días, caminando por el centro, creí verla unos metros delante de mí. No había duda, era ella. Era ella hasta que dije su nombre y se volvió con cara extrañada, sin comprender qué le decía. Días antes, en una exposición, busqué desesperadamente al artista. Quería que me dijera la dirección de la modelo de uno de sus cuadros. Mi ilusión se vino abajo cuando, me explicó que era una amiga, la había conocido en Italia, me dijo su nombre, pero no me acuerdo. Volví al cuadro, y entonces noté las diferencias. Había vuelto a equivocarme. Otras veces ha sido tras la cristalera de un café, sentada en una mesa con amigas o… sola leyendo un periódico.

Entonces, cuando nos separamos, cuando todavía podíamos haber salvado lo nuestro, no mostré interés, no luché por ella. Ahora, que es demasiado tarde, daría todo por volver a tenerla.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me gusta mucho lo que has escrito está muy bonito

Eduardo Silvino dijo...

Me alegro, ese es mi deseo,agradar al que me leéis¡Muchas gracias Unknow!