CUENTOS DISCLÁSICOS - CAPERUCITA ROJA

¡Hola! hace tiempo que no hacia ninguna entrada. Aquí os cuelgo el primero de varios cuentos especiales, yo los llamo disclásicos, porque están basados en los que nosotros conocemos, pero yo he decidido darles una nueva visión. Hoy os pongo el primero, y dentro de unos días procuraré poner los otros.


NARRADOR: Todos sabéis como comienza el cuento de Caperucita, pero en realidad no fue así. Su abuela no estaba enferma, pero sí que Caperucita la tenía que visitar a la semana siguiente. Así que decidió escribir una carta…

(Caperucita, está escribiendo una carta)

- Querido lobo. No, que se creerá que lo quiero.

- Amigo lobo. No, no, que no es mi amigo.

- Estimado lobo, ¡Sí eso está bien! Estimado lobo, dos puntos. Me llamo Caperucita, quizás tú no hayas oído hablar de mí, pero, te puedo decir que yo sí he oído hablar de ti un millón de veces. Y te puedo asegurar que nunca bien. Pero no te preocupes, yo no suelo hacer caso de lo que dice la gente, hasta que no lo veo con mis ojos.

Bueno, a lo que íbamos, te quiero pedir un favor. Mira, resulta que la semana que viene tengo que ir a casa de mi abuelita. Que no es que no sepa donde vive, pero que como está al otro lado del bosque, pues… ¡Ea! Que no me gustaría tener que ir sola. Y como tú, según tengo oído, conoces bien el bosque. Pues eso, que yo había pensado que me podías acompañar. Y de paso, ya que somos vecinos, pues nos vamos conociendo.

Espero tu respuesta.
Firmado: Caperucita Roja

NARRADOR: Y después de meterla en un sobre y echarla al buzón, pues siguió jugando como siempre en el bosque junto a su casa. Y como todas las cartas, pues la de Caperucita llegó a correos y allí la cogió el cartero para llevarla a su destino.

(Aparece el cartero, asustado, temblando, y mirando para todos los lados)

CARTERO: Me tenía que tocar a Mí, con todos los que estamos en la oficina de correos y me va a tocar a mí. Mira que escribirle una carta al lobo. Esta juventud no está bien, bueno la juventud no sé, pero esta chiquilla desde luego que no. Cómo va a estar bien una niña que siempre lleva una capucha roja, hasta en verano. Seguro que está… Pues yo llego a la cueva y  dejo la carta sin entrar, faltaría más… meterme en la guarida del lobo, ni que estuviera yo también tonto.

(Cuando llega tira la carta dentro y se va corriendo. Al poco aparece el lobo con la carta en la mano)

LOBO: Una carta de Caperucita… A mí,  esto me huele mal, tiene que ser una trampa. Pues no dice que quiere que la acompañe casa de su abuelita. Creo que la carta la ha debido escribir algún cazador de esos que me tienen ganas. Pero… y si ha sido la niña la que me la ha escrito, y si…  es cierto que quiere que la acompañe porque tiene miedo de perderse. La verdad es que tiene razón, nadie conoce el bosque mejor que yo.

Está claro, he de ir, con precaución, no vaya a ser que sea una trampa, pero por si acaso, habré de ir. Mañana me levantaré temprano, me pondré mis mejores ropas e iré, como un buen lobo, a acompañar a Caperucita.

NARRADOR: Y  así fue. Bueno, todo menos lo de levantarse temprano, porque el pobre con los nervios no pudo pegar ojo, y se quedó dormido muy tarde casi a la hora de levantarse.

A partir de aquí, vosotros sois los que debéis continuar la historia.  Y… hay dos posibilidades, mirad:

La primera es que Caperucita cansada de esperar al lobo que no llegaba, se fue sola por el bosque, haciéndose la valiente, pero por supuesto con un poco de miedo hasta casa de su abuelita.

Y como estaba muy enfadada, no se le ocurrió otra cosa que inventarse la historia que nosotros conocemos, esa de un lobo malvado que encierra a la abuelita dentro del armario y espera hasta que llegue Caperucita para comérsela.

La segunda es que cuando Caperucita estaba esperando a que llegase el lobo, vio a un cazador, y le preguntó cómo podía llegar a casa de su abuelita. El lobo que llegó entonces se escondió para que no lo vieran y pensó que Caperucita lo había engañado. Enfadado buscó un atajo y llegó casa de la abuelita antes que Caperucita y… bueno el resto ya lo sabéis.

Bueno, eso es lo que yo creo que pudo pasar, pero por supuesto que como este es un cuento vosotros también podéis inventar un final diferente.


Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO DISCLÁSICO SE HA ACABADO