CUENTO NAVIDEÑO

En estas fechas tan señaladas, que mejor que un cuento navideño, aunque quizás estéis saturados con las pelis. Lo escribí hace varios años para el Concurso de Cuentos Navideños de Motilla, y tiene un significado especial, con el gané mi primer premio por un texto. Lo que como me animó a seguir escribiendo.



UNA NUEVA NAVIDAD

Aquella mañana Juan se había levantado temprano, como todos los 24 de diciembre, pero a diferencia de otros años, aquella noche no había descansado bien, algo muy raro en él. Juan llevaba varios años representado a ese hombre vestido  de rojo y con una campanilla en la mano, que se pone a la entrada de los grandes almacenes en Navidad, para atraer a los pequeños y recibir sus cartas cargadas de deseos. No era de extrañar que fuera elegido entre casi un centenar de personas, su aspecto bonachón, su sonrisa perpetua, su espesa cabellera blanca, y además, su enorme barriga le hacían insuperable.

Bien abrigado, salió a la calle miró al cielo y dijo.- Todo es perfecto, el frío, el cielo, el suave viento, o sea, el día es perfecto. Pero algo en su mente le decía que no era así.

Comenzó a caminar hacia el centro de la ciudad, iba contemplando los pequeños jardines decorados con luces y adornos, las ventanas de la mayoría de las casas con dibujos semejando paisajes, árboles, y sobre todo, figuras blancas de "Papá Noel".

La cafetería donde solía tomar un buen chocolate, antes de subir al autobús que le llevaría la Centro Comercial, no era menos, no le faltaba detalle, incluso la música que sonaba de fondo era la adecuada. Pero juan notaba algo extraño en su interior, de pronto sintió un escalofrío... ¿Y si estaba comenzando a incubar un resfriado? y no podía acabar su jornada con los niños. Eso no podía ser, llevaba todo el año deseando que llegara este día, no podía caer enfermo...

Para olvidar ese pensamiento comenzó a pensar en lo que le diría a las niñas y niños que se acercaran a él. Había observado cada anuncio de la tele para saber que juguetes serían los preferidos por los pequeños, había ojeado una y otra vez los folletos de los grandes almacenes y de las jugueterías, incluso había visitado las estanterías donde semanas antes de Navidad iban colocando los pedidos  conforme llegaban.  Lo tenía todo controlado.

Por fin llegó a la parada donde tenía que bajar, cruzó la gran avenida y pasó a los grandes almacenes. De lejos, observó que su trono estaba preparado, los operarios de la empresa se habían dado prisa, pensó. Era impresionante, miró su reloj, y faltaba poco más de una hora para el gran momento. Seguro que los pequeños ya estarían merodeando por la sección de juguetes, para su decisión de última hora.

Se dirigió al ascensor, pero antes volvió la cabeza, como si algo extrañó llamara su atención en el trono. ¡Bah!, tonterías se dijo  para sí, y continuó caminando.

Como todos loas años habían habilitado un oficina para que se pudiera vestir, y en ella tenía todo preparado, incluso la chica que le ayudaba a ponerse las botas, la barba y a abrocharse el cinturón, le estaba ya esperando.

-  Hola María, ¿Está ya todo preparado verdad?

- Si claro, Noel, todo está a punto, e incluso los niños, que ya andan como locos de un lugar a otro, esperando que sea el momento.

-  Muy bien, pues comencemos.

Por fin terminaron, se miró otra vez en el espejo, y ya no se reconoció, sabía que era él, pero había dejado de ser Juan, para convertirse en un verdadero Noel, aunque esta vez había algo extraño, incluso Maria lo había notado. Durante la sesión de maquillaje, un par de veces se quedó mirando extrañada y llegó a preguntar, si le pasaba algo. Noel le había contestado que no, pero era vedad, llevaba desde antes de levantarse notando algo extraño, y no sabía lo que era.

Ha llegado el momento.- dijo intentando superar esa extraña sensación. Salgamos a ver que desean este año esos diablillos. ¡vaya!, yo Noel, no debería decir eso- y acabó con la típica risa.- Ja Ja Ja...
María había llamado un cuarto de hora antes, para avisar de que ya estaban terminando, y ahora un par de ayudantes disfrazados de duendes vinieron a recogerlo.

Al llegar al primer piso comenzó a a escuchar la algarabía, los pequeños acompañados de sus familiares ya estaban preparados para comenzar a desfilar por el trono.

Cuando llegó al final del pasillo las voces se hicieron todavía mas claras.

- Mira mamá, ahí está, es Papá Noel.

- Abuelito, abuelito, ya viene.

- Papi, quiero verlo más cerca.

Incluso algunos de los más pequeños empezaban a poner cara de asustados. Era normal, la ilusión se comenzaba a transformar en miedo ante aquel hombre con el pelo y la barba blancos, tan corpulento y vestido totalmente de rojo.

Comenzó a saludar con la mano, y los pequeños se fueron tranquilizando, subió al trono, se sentó y se colocó para comenzar a recibir a los pequeños. Y entonces...  lo vio todo claro, eso era lo que le había estado rondando todo el tiempo, no se había dado cuenta antes, pero ahora, justamente ahora, podía ver frente a él, al fondo, sólo, a aquel niño, a Hugo. Sabía que no estaba allí, pero se acordaba perfectamente de cómo el año anterior, al principio no le había llamado la atención. Pero a lo largo de la mañana, verlo allí con aquel frío intenso, con la nieve en los píes, mirando como los otros niños y niñas iban pasando y haciendo sus peticiones. No iba muy abrigado para aquel crudo día, pero se notaba que aguantaba mejor el frío que los otros niños. De vez en cuando movía los píes o se calentaba las manos con el calor de la respiración.

Estuvo allí, sin acercarse hasta que ya no quedaba nadie esperando, y entonces vino hasta la valla. Cuando vio que le hacia señas para que se acercara, dudó, pero después pasó la valla y vino hasta el trono.

- ¿Qué deseas? ¿Quieres pedirme algún regalo?- le preguntó Noel.

Miró extrañado, y dijo: soy pobre, vivo al otro lado del río y allí sólo hay una pequeña tienda, y nunca hay un Papá Noel como tú, he venido para verte. Giró sobre si mismo y salió corriendo. Noel intentó llamarle, pero al igual que ahora al recordarlo, las lágrimas habían inundado sus ojos y su voz, y no pudo decir nada.

- Noel, Noel, ¿te encuentras bien?- María estaba a su lado preocupada.

- Que si me encuentro bien. No, lo siento, tendré que marcharme - dijo sin pensar. Era mentira, pero una mentira piadosa.

Por fin comprendió lo que había estado rondando su cabeza todo el día, el iba a estar allí, vestido de Papá Noel, en el Centro Comercial, donde los niños iban acompañados de sus familias, a pedir aquellos juguetes que al día siguiente encontrarían junto al Árbol. Y sin embargo al otro lado del río, justo al cruzar el puente, había un montón de pequeños a los que nadie les regalaría nada. Se levantó, saludó a los niños y pidió perdón, María intentó acompañarlo, pero él le dijo que se quedara para recibir las peticiones de los pequeños.

Cuando pasó junto a las sección de juguetes ya no los miró, iba pensando en llenar sus dos grandes sacos de golosinas, quería que hubiera par todos. También cogería un gorro y unos guantes para Hugo,  y se iría al cruzar el puente, a la puerta de la tienda, tocaría la campanilla y daría una bolsa de golosinas a cada niña o niño que se acercara.

Ja Ja Ja... - rió fuertemente. Este año sería el Papá del otro lado del río- pensó mientras salía por la puerta trasera del almacén para coger un taxi que le llevara cuanto antes.