DE SALIDAS AL MONTE Y…

 

de la página Casadellibro.com


Hora del desayuno, en la radio, un colaborador del programa «De Pe a Pa», no sé de qué habla, pero nombra la palabra libro, y yo, que soy un lector empedernido, presto más atención. El título «Cómo cagar en el monte», la autora Khatleen Meyer. Mi primer pensamiento, ¡bajándose los pantalones por supuesto! Y hasta ahí. Luego sigo desayunando.  

Pero llega la hora de meterse en la cama, y me acuerdo del título del librito. Mi cabeza comienza a dar vueltas, y pienso que tampoco hay mucho problema a la hora de bajarse los pantalones en mitad de un monte. Siempre encontrarás un árbol, una buena mata rubia, carrasca, encina para los que no son de mi zona. Vamos que cualquier sitio es bueno si te encuentras con prisas en mitad de un lugar donde no suele haber gente. «No suele haber gente», me digo a mi mismo, y recapacito. ¡Antes no había gente! Y si la había... eran cazadores y oías los disparos de las escopetas, y más o menos, sabías si estaban cerca o no los tiros. También podía darse el caso de que alguien estuviera haciendo leña, entonces sabías que el individuo en cuestión estaba sujetando la motosierra, y mientras oyeras el ruido no había peligro de que te pillaran con el culo al aire. La peor época era la temporada de setas, porque claro, ahí todos íbamos calladitos para no delatar el rodal. Pero vamos que más o menos por la posición, sabías si el agachado cogía o dejaba.

Pero llegó la moda de caminar, correr, hacer rutas en bicicleta por el monte… Sí, todas esas actividades que terminan en «ing» en inglés y que yo no voy a utilizar en este texto. Y claro, lo de hacer tus necesidades en plena naturaleza, ya no es tan fácil. Imagínate, que tienes la necesidad, y como es lógico, buscas un rodalillo entre mata y mata, limpio de pequeñas hierbecillas para evitar las cosquillas en tus partes íntimas, que en ese preciso momento has de descubrir imperiosamente. Y lo que tú creías el lugar idóneo, resulta ser la senda por donde en la mitad de tiempo que tu tardas en desocupar el cuerpo, van a pasar, qué se yo, tres o cuatro personas, da igual el sexo que tengan, ¡corriendo! ¿Qué haces?, cuando ha pasado el primero, ¿silvas?, para ver si el resto ya no pasa por allí. ¿Te cambias a otro sitio?, con los pantalones a medio subir, porque si te los subes, todas las prisas por desocupar no habrán servido de nada, y la mierda te la llevarás puesta a casa. Y que me dices, si en lugar de corriendo van en bicicleta. A la velocidad que van, ¡de esos no te salva nadie! Clin, clan, cataplán. El primero te ha visto y haciendo un quiebro te ha esquivado, pero del resto no te ha librado ni haberte dejado caer encima de lo que acababas de dejar plantado.

Vamos que yo, si me pilla un apretón en el monte, más que cómo hacerlo, me preocuparía de buscar un lugar seguro donde hacerlo. Y quiero dejar bien claro que, no digo que no sea interesante el libro. Todos los libros enseñan, y estoy casi seguro que, con este, además, se pasa un buen rato. 

TARDE DE BAÑO

 

De la página de vecteezy.com

Si me vieran mis amigas pensarían que estoy loca. Bueno mis amigas y todo el mundo. Y quizás lo esté. ¿Por qué? Pues por que llevo un buen rato dentro de la bañera. Vestida. Sí, vestida. ¿Estoy loca verdad? Sí, yo también lo pienso. ¿Qué cómo he llegado a esto? Pues no sé. Tampoco es tan difícil. Llegué a casa. Dejé el abrigo y el bolso en el perchero. Subí a mi habitación, puse música y entré al baño. Abrí el grifo de la bañera y eché las sales que tanto me agradan. Y mientras esperaba a que se llenara. Bueno eso no hace falta explicarlo. No hay que ser muy listo para hacerse a la idea. La bañera está llena y yo, junto a ella con los pantalones subidos. Y no, no tengo ganas de volver a bajármelos. De quitarme la ropa. Solo de meterme al agua. Y pienso… bueno tampoco lo he pensado mucho, me he metido y punto.

Lo que siento, es no haber tenido la idea de prepararme un Martini antes de abrir el grifo. Ahora estaría deleitándome con la copa en la mano. Pero bueno, ya que está mojada, estoy aprovechando para darle una manita a la ropa. El problema es que no sé cómo va a quedar con el gel. Ves otro fallo, me tendría que haber preparado el detergente, y además la blusita es de marca, de esas que llevan una etiqueta más larga que el rosario, y se tiene que lavar en agua fría, y yo tonta estaré, pero en agua fría no me baño ni en pleno agosto. Si es que, cómo iba a yo pensar que además de darme un baño acabaría haciendo la colada...

Hace un buen rato, estaba casi dormida y llamaron al timbre. Me he llevado un buen susto. Ni me he preocupado de ir a abrir. Total, sería un repartidor de paquetería, de esos que siempre van con prisa los pobres. O sea, que cuando yo quisiera llegar a la puerta con mil cuidados para no escurrirme, él o ella, ya habría terminado de repartir en el barrio. Además, os imagináis la cara cuando le hubiera abierto la puerta totalmente empapada. ¡No hijo, no! Bien está que me vea yo frente al espejo cuando salga, pero que me vea por ahí cualquiera, ¡de eso nada!

Aquí estoy. Llevo… no sé, una, dos horas, quizás más, y ahora me ha dado por divagar. Pienso que la culpa puede ser por haberme pasado con las sales de baño. Claro, no va a ser por el Martini. O igual es que los vaqueros están encogiendo al mojarse, y no me circula bien la sangre. El caso es que, llevo un rato dándole vueltas al tema de por qué la gente que se suicida en la bañera lo hace desnuda. Sí, ya se que lo normal es entrar a la bañera sin ropa. Pero que digo yo, han pensado en suicidarse. Yo no lo haría. Pero, eso es algo muy íntimo y cada uno tiene sus motivos. Aunque hay a quien no le preguntan. ¡Vale! ¡Vale! Tenéis razón, en ese caso es asesinato. Pero a lo que vamos. Has decidido suicidarte. Y como libre que eres, has pensado hacerlo en la bañera, que para eso es tuya. Bueno en las pelis, a veces, lo hacen en el baño de la habitación de un hotel. Que ya ves, que gracia le tiene que hacer a la persona que limpia, tener que lidiar ese desaguisado, porque al señor que ha escrito el guion se le ha ocurrido que, la escenita del suicidio quedaba mejor en un hotel que en una casa particular. ¡Madreee! Ya estoy otra vez divagando. Has decidido suicidarte en tu bañera, y digo yo, ¿tienes que hacerlo desnuda? Total, qué más da que se te moje el vestido. Mira, yo llevo a aquí media tarde con la ropa empapada y sigo tan feliz. Y luego, te encuentre quién te encuentre, no sabes que después viene la policía, que suele ser masculino y en plural; y el forense, aquí igual tienes suerte y como en las películas te toca una mujer, y el de las fotos, y los de la camilla, y… yo que sé cuánta gente más. Tú que habías decidido suicidarte en la intimidad de tu cuarto de baño, y ahora te va a ver como tu madre te parió todo el equipo del CSI.

¡Uf!, que mal rollo he cogido con lo del suicidio. Menos mal que he cambiado hace un ratito de tema, y he hecho mentalmente la lista de la compra para mañana. Y lo que es mejor, la ropa que me voy a poner mañana y qué tengo que preparar antes de abrir el grifo: otro cd que el de hoy lo he escuchado tres veces, un nuevo bote de sales, que este está en las últimas, el bote de detergente de ropa delicada, y por supuesto; una copa, la cubitera y la botella de Martini. Es que visto lo visto con un vermut no voy a tener bastante

¡Calla! Una, dos, tres… ocho. ¡Las ocho! ¡Madreee las ocho! Llevo casi cuatro horitas de baño y como diría mi madre, la casa sin barrer. ¡Hala!, voy a salir del agua y a tender la ropa que ya está bien.


ALGÚN DÍA LO MATARÉ

 

www.nuevatribuna.es


—Algún día lo mataré.

—¿Qué?

—Se que lo has oído perfectamente. Pero te lo voy a repetir. Algún día lo mataré.

—Tú no eres capaz de matar ni una mosca.

—¿Y tú sí?

—Claro que sí. Yo maté al gato.

—El gato. No me hagas reír. El gato estaba medio muerto.

—Pero tú ni siquiera te atreviste a coger la piedra.

—Era un pobre animal.

—¡Ves! siempre has sido un flojo. Era un animal enfermo y ni te atreviste a evitar que sufriera.

—Ahora es distinto y lo haré.

—Nunca hacías nada. Siempre esperabas a que lo hicieran primero los otros. Si nos lanzábamos al agua, tú esperabas que todos estuvieran dentro.

—Nunca me ha gustado el agua.

—Si había que saltar una valla, tú eras el último.

—Me quedaba vigilando.

—Sí, hasta que los demás volvían de regreso. Si saltaste alguna vez, fue porque yo te animaba.

—Pero ahora es distinto. Estoy harto, y lo haré. Lo tengo todo planeado.

—Sí, eso no lo dudo. Pero no te atreverás. Como siempre, en el último momento te volverás atrás.

—¿Y tú qué sabes?

—Porque te conozco. Son muchos años juntos. Te volverás atrás, y tendré que hacerlo yo.

—¡Y qué más da! Acaso no somos el mismo...

—Sí, somos el mismo, pero tú nunca te arriesgas. Cuando hay peligro, sangre como en este caso, tú no harás nada y me tocará hacerlo a mí.

—¡Bien! ¡Vale! Pero el resultado será que él estará muerto.