NUNCA TE OLVIDARÉ

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Iba a arrugar aquella nota y tirarla a la basura. Iba a tirarla, pero se detuvo. «Nunca te olvidaré». Sus manos comenzaron a temblar ¿Qué hacía aquella nota en un bolsillo de la chaqueta de su marido? Volvió a fijar la mirada en aquellas tres palabras. La letra era elegante, redondeada, la tinta negra había perdido intensidad, y el papel había comenzado a amarillear. Bajo las tres palabras, un pequeño corazón dibujado. Con rabia, lanzó la nota sobre la cama, y comenzó a mirar en el resto de las prendas que había en el armario, mientras que sus labios y su mente repetían la misma frase: «no puede ser». No encontró ninguna más, pero su intuición le decía que siguiera buscando.

La segunda la encontró entre las páginas del libro que había encima de la mesita. Era un libro que su marido, a menudo, volvía a releer. El mismo tipo de papel, la misma letra, otra frase diferente: «Tu presencia me llena de vida». Con los puños apretados, gritó con todas sus fuerzas.

Con los ojos anegados de lágrimas y agotada, se sentó en la cama. Junto a ella había cinco notas desdobladas. Se sentía engañada, humillada, rota. Su matrimonio al igual que el de varias de sus amigas, había terminado siendo una farsa.

Abstraída en sus pensamientos, ni siquiera oyó que su marido acababa de llegar. Cuando él abrió la puerta, ella seguía sentada en la cama. El desorden de la habitación lo dejó paralizado unos segundos antes de entrar. Poco a poco se fue acercando a ella. Se agachó, y sacando un pañuelo, le secó las lágrimas. Ella, lo miró de forma extraña ¿Quién eres? No te conozco. —fueron sus únicas palabras. Él, le ayudó a levantarse, y abrazándola la besó delicadamente en la frente.

—Bajemos al comedor —dijo él guiándola del brazo.

Él, antes de cerrar la puerta de la habitación, miró de nuevo aquellas notas sobre la cama. Pensó, como otras veces, que debería deshacerse de ellas, pero inmediatamente desechó la idea. Quizás, algún día, ella, en esos momentos de lucidez, también reconocería su letra.

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